Y el parking del amor
Mientras trato infructuosamente de aparcar en Los Cancajos, donde hay más coches que granos de arena en la playa y luego en San Antonio, donde hay más coches que dientes postizos en una comida de antiguos alumnos, reflexiono, a mí me da por eso, en el amor, más que nada para mitigar el cabreo de quien creía vivir en La Palma y no en Nueva York, sí, pienso en el amor y en que si somos cada vez más habitantes en el planeta es que el amor y sus ángeles guardianes, cultura y comercio, triunfan sobre el odio y la violencia. Y es que todo es amor, miren cómo se aman Tenerife y Las Palmas, Los Llanos y Santa Cruz, Rusia y Ucrania, Madrid y Barcelona, Sánchez y Feijóo, judíos y palestinos, contribuyentes y Hacienda, Tenisca y Mensajero, moros y cristianos, ateos y creyentes, perros y gatos, Donald y Trump, porque el mundo entero es amor y las excepciones confirman la regla, no sean cínicos que todo se andará. Un amigo subió el Bejenado y le pregunté qué tal y me contestó: “Muy bien, pero no me dijiste que era cuesta arriba”. Y yo le largué que no se quejara, que para mí hasta las bajadas eran cuesta arriba, por supuesto no me refiero a La Bajada de la Virgen y su ya conocida como “guerra de las orquestas”, ejem . Y todo esto pensaba mientras intentaba aparcar en San Pedro y lo conseguí porque el mundo entero es amor y todos los caminos conducen al amor, pero cuidadín que aquí hay mucha barranquera y es fácil desriscarse. A mí me pasó. Y en lo relativo a la guerra de las orquestas a mí no me miren, que a mí me encantaban la Ritmo y la Gómez.
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