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Pastora Filigrana: “La comunidad gitana desconfía de las instituciones porque aún no ha habido una reparación histórica”

En el marco del día del pueblo gitano, celebrado el 8 de abril, Pastora Filigrana, abogada, feminista gitana y defensora de los derechos humanos asistió el 10 de abril a la Facultat de Dret de la Universitat de València para poner de relieve las realidades romaníes y los problemas socioculturales que siguen atravesando de forma histórica a esta etnia, especialmente en el territorio nacional.

Natural de Sevilla y licenciada en Derecho por la Universidad de Sevilla, su vida como mujer gitana le ha marcado el periplo de su visión del mundo y la idiosincrasia que defiende: el feminismo interseccional y el desafío a los modelos de resistencia tradicional con una mirada más inclusiva, su tesis principal en El pueblo gitano contra el sistema-mundo. Su especialización en Derecho laboral y sindical la ha situado en la vanguardia de la defensa de los derechos de los trabajadores. Uno de los casos en los que trabajó y que recibió cierta relevancia mediática fue el de las temporeras marroquíes de fresas en Huelva en 2019. “Este año se conmemoran 600 años de presencia del pueblo gitano en España, a menudo invisibilizado y estigmatizado, y por eso es fundamental reconocer figuras como Pastora, con una voz potente en la lucha por nuestra libertad”, expuso la moderadora del evento y exalumna de la universidad que participó en un informe que analizaba los obstáculos a los que se enfrenta el estudiantado gitano a la hora de acceder a estudios superiores.

La activista explicó que cuando ingresó en la universidad, se vio en la necesidad de participar en la creación de Amuradi, una asociación de mujeres gitanas universitarias de Andalucía. Más tarde, ya licenciada, las prácticas las realizó en un sindicato pequeño sobre el derecho de las personas trabajadoras del campo. “Mi ejercicio del derecho estuvo vinculado desde el principio con las personas trabajadoras, sobre todo en los sectores más precarios”, concreta. Además, su vinculación con aspectos relacionados con la extranjería se presentaron de forma espontánea: “La racialización en trabajos inestables es más alta y donde los derechos básicos están vulnerados, como el caso de algunos ámbitos de la hostelería o el sector de los cuidados”. Durante su intervención, Filigrana incidió también en la dimensión cultural del término gitano, cuya connotación en el resto de países europeos se considera peyorativa y quienes, en su sustitución, prefieren usar romaní.

“Hasta ahora había un discurso hegemónico de los derechos humanos, lamentablemente el negacionismo cada vez está más presente y el mensaje que se defiende es que hay humanidades de primera y de segunda”, destaca.

Asimismo, Filigrana puso de manifiesto la necesidad de enfoques que pudieran corresponsabilizar “a las estructuras de las decisiones económicas, políticias y económicas de la situación del pueblo gitano”, y especialmente de las mujeres gitanas, ya que, “sin esta perspectiva”, las políticas públicas van a ser insuficientes, porque se va a poner el foco en el cambio del comportamiento, como el caso de los matrimonios tempranos de algunas mujeres gitanas: “Si el paquete de medidas se basan en talleres destinados a cambiar el pensamiento de las madres, probablemente no vamos a tener resultados. Hay que hacer cambios estructurales y centrarnos en dónde ocurren estas situaciones, como son los barrios o escuelas segregadas con condiciones de rentas mínimas, donde muchas veces se les vende a estas jóvenes que a través del estudio van a prosperar en la vida cuando no tienen ninguna referencia de otras personas que le haya acompañado en una inserción profesional.

En esta línea, la abogada laboralista tilda de “cáncer” a los colegios 'guetos' porque son centros donde se encasillan a los “hijos de la migración y de las familias más pobres”, situados en barrios con “realidades materiales y violencia física”. “El amor romántico se presenta casi como la única esperanza de felicidad. Cuesta mucho soñar con ser jueza y que tu realidad es la de estos lugares cerrados”. A ello, insta a las instituciones a que asuman su parte de responsabilidad y en mejorar la inserción de todas las capas poblacionales.

Y es que el pueblo gitano ha sufrido siempre una persecución histórica, una de los más conocidos es la que ocurrió en 1749 bajo el nombre de La Gran Redada, un intento de exterminio que terminó con centenares de personas gitanas en la cárcel y su posterior muerte por las condiciones insalumbres a las que se sometían. Un hecho que debería plasmarse en los libros de historia de España y que “lamentablemente no se tiene en cuenta este episodio trascendental para la memoria histórica”.

Ligado con ello, la abogada natural de Sevilla manifestó la existencia de un “trauma colectivo” entre la comunidad gitana hacia su posición como ciudadanos dentro del imaginario colectivo y en los espacios de poder. “La desconfianza de la población gitana, sobre todo en periferias como zonas rurales, hacia las instituciones es porque no se ha dado una reparación histórica real cuando las condiciones materiales continuan siendo duras de habitar. Siempre animo a las personas gitanas que denuncien, y lo que me encuentro en mi día a día es miedo a la policía porque estas [estructuras] han vulnerados derechos de forma histórica”, aboga.

Feminismo gitano y el mito de la meritocracia

“Más del 80% de los romaníes de los romaníes en Europa está en riesgo de pobreza y/o exclusión. Hay dificultad de acceso en igualdad para el sostenimiento básico de la vida como la vivienda, cultura o igualdad”, subraya estas cifras Filigrana, datos extraídos de la Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea (FRA, por sus siglas en inglés). En este sentido, comparando con los números de 2016, la condición de vulnerabilidad de esta comunidad no ha variado.

En el caso español, el 86 % de las familias gitanas viven bajo el umbral de la pobreza, según la Fundación Secretariado Gitano (FSG), y la pobreza infantil afecta al 89 % de los niños (70, 2 % pobreza severa). A su vez, el 86 % del estudiantado gitano abandona sus estudios en Secundaria (13,3 % población general), y sólo el 0,4 % finaliza la educación superior. Junto a estos datos, el 63 % no finaliza la Educación Secundaria Obligatoria (ESO) frente al 4 % de tasa global. Se estima que en el territorio nacional residen 725.000 personas, en base a los datos proporcionados por la FSG.

“Ser visiblemente una mujer gitana o tener un apellido que se asocia a una familia gitana complica el acceso a un alquiler de una casa, que te contraten en un trabajo o que estés más expuesta a que te despidan. Lo tienen más complicado que el resto de mujeres y que los propios hombres gitanos”, expone la abogada. Además, en palabras de Filigrana, el movimiento feminista gitano es “muy heterogéneo” donde hay “mujeres evangélicas, católicas, ateas”, etc. que les atraviesan distintas generaciones y donde se crean a la vez “debates muy potentes”.

Según la jurista, el discurso hegemónico impuesto y normalizado es que la cultura del esfuerzo “marca los bienes básicos de la vida”: “El propio modo de ser es el responsable de no lograr acceder a las mismas condiciones de igualdad o los itinerarios de formación adecuada que el resto de la sociedad. Este enfoque de que los gitanos dejen de ser como son ha sido durante muchos años un idea defendida en las políticas públicas”, subrayó. A preguntas de los participantes sobre la ley para la igualdad de trato y la no discriminación aprobada en 2022, la jurista denunció que a pesar de que exista este texto legislativo, falta una voluntad política sincera para aplicarlas de forma efectiva contra el racismo estructural.