Lejos de ítaca
Conversación en la catedral
Asisto a la conversión de las catedrales en centros comerciales o discotecas
Artículos escritos por María José Solano

¿En qué momento se había jodido Europa? Le robo esa pregunta a Vargas Llosa e incluso me atrevo a alterarla para llevarla a mi terreno. Pero qué más da. Don Mario está muerto y ya no creo que le importe demasiado. Europa jodida, ... España jodida, Solanito jodida, todos jodidos. A veces envidio a los muertos. Para descansar morir, madre, escribió un poeta. En realidad, cada vez tengo menos ideas mías y más palabras ajenas. Sólo sé que no sé nada. Y así podría rellenar cientos de columnas con frases de otros; pensamientos robados a los grandes hombres que construyeron una civilización y nos la dejaron ahí, en los estantes de las bibliotecas, en los cuadros de los museos, en las piedras de las catedrales. Una herencia que hemos ido despilfarrando creyendo que no costaba nada ganarla. Europa y las catedrales es el tema de esta columna. Y también la muerte. Se muere Vargas Llosa en la semana en la que celebramos que también se murió Jesús. Mucha gente se echa a las calles para participar de las ciudades transformadas en un luto festivo: pasos, tronos, nazarenos, velas, flores. Siguen en pie algunas tradiciones, algunos libros, algunas catedrales. Las mismas que, junto a monasterios, ermitas e iglesias, fueron durante algo más de dos mil años los lugares donde Occidente ampliaba y conservaba su memoria. Es cierto que a las catedrales las hemos bombardeado, abandonado, quemado, desamortizado, desacralizado, saqueado durante siglos y también inmortalizado en cientos de novelas y fotografías. Algunas de ellas, con el tiempo, han sido transformadas en espacios para la música o la pintura que, de alguna manera, es una continuación respetuosa y coherente con su pasado. Pero ahora asisto asombrada a la proliferación de los cambios de uso de las catedrales: esqueletos de piedra donde se alojan restaurantes, centros comerciales o discotecas. Dentro de la vieja Seo de Lérida se organizan cursos de yoga. Somos la vieja y parcheada piel del tambor sobre la que aún redobla la gloria de Dios, escribía un novelista a propósito de una iglesia sevillana en la que sucedían extrañas muertes. Pues treinta años después, me temo que hasta eso les hemos arrebatado a nuestras catedrales: el privilegio de poder matar para defenderse.
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