Suscribete a
ABC Premium

el ángulo oscuro

Soliloquio de Poncio Pilatos

¿Qué gobernante verdaderamente democrático no ha de sacrificar alguna vez la inocencia, en aras de la convivencia y la paz social?

Besando culetes

Novelones escritos entre camerinos

Juan Manuel de Prada

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Solicité que me trajeran a Jesús, que me pareció entreverado de cuerdo y loco, aunque desde luego inocente y hasta con sus ribetes de filósofo; lo que no hizo sino acrecentar mi simpatía por él, hasta que de resultas de una respuesta muy rimbombante ... y misteriosa que me dio –«Tú lo has dicho. Yo soy rey. Para esto nací y para esto vine al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo aquel que pertenece a la verdad escucha mi voz»–, le pregunté más jocoso que desdeñoso. «¿Y qué es la verdad?». Ante lo que Jesús calló, para mi desconcierto; pero enseguida entendí el significado de su silencio. Aquel Jesús me estaba insinuando que la verdad –¡la Verdad!– era él mismo, que él era la Verdad viviente, la suprema Verdad hecha hombre, la Verdad abofeteada y escupida, pero Verdad a fin de cuentas.

Artículo solo para suscriptores

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación